Si hay algo que ha caracterizado siempre a Asturias es la belleza de sus paisajes, su hospitalidad y su abundante gastronomía.
De todo ello hace gala BULNES, una aldea típica asturiana, a 649 metros de altitud, rodeada de enormes paredes calizas, pero donde la dificultad de los accesos ha condicionado desde siempre la vida de los habitantes de Bulnes. Prueba de ello es que el suministro eléctrico no llego hasta noviembre de 1988 y es uno de los pocos pueblos de España que no cuenta con acceso rodado. La enorme dificultad que planteaba la construcción de una carretera llevó a la Administración del Principado de Asturias a construir el tren funicular, un prodigio de ingeniería (dos kilómetros, doscientos metros de ascensión por túnel, por el interior de la montaña) que une Bulnes con Poncebos y así permitió subir algunos pequeños tractores para los trabajos cotidianos de sus habitantes. El Naranjo de Bulnes, o pico Urriellu (en bable), asoma por encima de las cuestas del Trave, a cuyo pie reposa el Barrio de Arriba de Bulnes o el Pueblu.
Con estas condiciones no es de extrañar que la naturaleza les haya recompensado con este “pedacito de cielo”, un auténtico deleite para el espíritu y los sentidos.
Un recorrido por sus calles nos hace detenernos en esos rincones cuidados llenos de ingenio (adornan con flores botas viejas de montaña, orinales, cacerolas o los pucheros antiguos donde se hervía la leche).
Por ello, podemos decir que es un auténtico templo de la naturaleza donde el transcurrir de los días convierte a Bulnes en un remanso de paz, sólo alterado por los miles de senderistas que “patean” sus caminos. ¡ Si tenéis ocasión, no dejéis de visitar esta joya de la naturaleza!.
Podéis ver en el vídeo algunos de sus bellos rincones. ¡ Disfrutadlo!.
relajante pueblo