Las fiestas de Navidad nos dan licencia para disfrutar del placer de lo dulce. Turrones, mazapanes y dulces navideños son las estrellas de una amplísima variedad de postres que estos días se convierten en cotidianos.
La costumbre de tomar dulces por esta época del año se remonta- por lo menos- a tiempos del Imperio romano, cuando a Jano, a quien estaba dedicado el mes de enero, se le llamaba “ el dios de los pasteles”. A él se ofrecían al comienzo de su mes unos panes redondos que contenían miel y que son los precursores de nuestros roscones de Reyes.
La mayoría de los dulces típicos navideños suelen estar compuestos en su mitad por azúcar, y el resto se reparte entre grasas, proteínas, fibras, minerales y vitaminas. Tradicionalmente se elaboran con ingredientes de alto valor calórico, como azúcar, manteca, almendras, huevos, miel, chocolate…, aunque desde hace ya algunos años encontramos versiones “light” o “sin azúcar”.
Los dulces se vinculan al disfrute y son, en definitiva, una exquisita indulgencia que nos genera placer siempre que se consuman de forma responsable dentro de un estilo de vida saludable. El problema es que, a veces, se empieza por un trocito de dulce, pero después de ese cogemos otro y otro….