Los campos de lavanda están en todo su esplendor en las primeras semanas de junio. Los paisajes se ven invadidos por un colorido lila y violeta y un inconfundible aroma que se extienden por todo el aire.
Aunque en España podemos presumir de tener campos y campos de lavanda, es al suroeste de Francia, en La Provenza, donde los campos manifiestan todo su colorido, colores que fascinaron a genios como Van Gogh, Cézanne y Picasso. Muchos de los rincones plasmados en sus pinturas se localizan en el triángulo que forman Arles, Aviñón y Aix, una ruta que conviene recorrer en el momento preciso, en las últimas semanas de junio y primeras de julio, cuando se da el máximo de horas de sol y los campos estallan de color con la lavanda en flor.
La lavanda, como planta medicinal, tiene infinidad de usos: analgésico, regenerador celular, sedante, ayuda a atenuar los síntomas de las gripes y refriados… siempre empleando el aceite esencial que se extrae de la planta. Pero sobre todo tiene gran poder antiséptico. En una quemadura reciente ayuda a prevenir la aparición de ampollas, así como a regenerar los tejidos. En el caso de las heridas, desinfecta al instante evitando consecuencias posteriores. También como antiinflamatorio es muy usado, sobre todo en procesos de reuma o artritis, ya que la lavanda ayuda a relajarse y calmar el dolor.
Muy utilizada para elaborar perfumes y aguas de colonia y, por su aroma inconfundible se ha convertido en la joya por excelencia de la aromaterapia.