Es obvio que nuestro idioma proviene del latín y que la influencia de éste en nuestra forma de hablar es poderosa. No obstante, no debemos olvidar tampoco la gran presencia y riqueza aportada por otras lenguas, pueblos y culturas anteriores y posteriores a la llegada de los romanos a la Península Ibérica en el siglo III a.C.
La expresión tan popularmente utilizada como ‘montar un poyo’ (también escrito pollo y aceptado por la RAE), se refiere al acto de ‘montarse un follón o discusión’ y tiene su origen en la palabra “poyo”, el banco de piedra que, arrimado a la pared, acostumbra a colocarse junto a las puertas de las casas de los pueblos.
El “poyo” al que se refiere la locución no es un ave, sino el atril o podio portátil que montaban algunos oradores ambulantes y cuya procedencia es la famosa palabra del latín ‘podium’ (plataforma o tarima sobre la que se coloca a alguien para ponerlo en lugar preeminente).
Como podéis ver el castellano rebosa de expresiones populares curiosas, que nada tienen que ver, a veces, con la forma en que se emplean.