La presencia de un hórreo asturiano es tan poderosa que se asemeja a un ser vivo que nos contempla expectante y firme. Porque un hórreo asturiano es inconfundible. Son un símbolo de identidad en las aldeas asturianas que muestra la querencia de quien los posee y los mantiene en una tierra tan singular como la asturiana.
Hoy simbolizan la Asturias más antigua, más natural, más sobreviviente, más valiente, más mágica; simbolizan el alma asturiana sustentada sobre los pegollos de la fuerza, la integridad, la historia y el esfuerzo colectivo. Han sido un invento anónimo pero clave para la sobrevivencia humana, que pervive en el tiempo con absoluta rotundidad, como queriendo recordarnos de dónde venimos.
Lejos de su ubicación en aldeas, el hórreo aparece con cierta frecuencia en las quintas de recreo, palacios y casas principales como complemento ideal de las fincas y estancias, aunque ya no tienen, en muchos casos, el uso al que fueron destinados: almacenar cosechas y preservarla de la humedad y de los roedores, con el detalle frecuente de ver colgando el maíz y también las cebollas cultivadas en la huerta de casa.
Las puertas del hórreo y su forma, sus tallas, su estructura, su orientación… son un detalle siempre llamativo, sobre todo los más antiguos, los que datan del siglo XVI ó XVII.¡ Auténticas joyas de arte!. Es como si el tiempo se hubiera detenido porque lleva en los genes de la madera y de la piedra el estigma de la supervivencia.
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