Todo el mundo habla del vermut, la nueva bebida de moda. Pero, ¿qué sabemos realmente de este vino aromatizado?
Tras una época de esplendor en los años 50 y 60, la década de los 80 marca el comienzo de la decadencia del vermut. El auge de la cerveza -que se ve como algo internacional y moderno- desplaza al vino y al vermut, relegado a bebida antigua y de épocas pasadas. Pero cuando parecía al borde de la desaparición, la bebida renace, sobre todo a partir de 2010. ¿Las razones? El vermut se convierte en un acto social en el que la bebida es sólo un ingrediente más de la cita.
Aunque asociemos la palabra con Italia, en realidad el origen del término es alemán, wermut, que es la denominación común de una seria de plantas de familia de la Artemisa y que se encuentran en su receta.
El primer vermut. Anteriormente ya existían vinos de ajenjo y vinos con especias, pero es en 1786 cuando Antonio Benedetto inventa lo que se podría considerar el primer vermut moderno en una licorería de Turín. En Francia, las primeras referencias a este vermut parecido al que ha llegado hasta nuestros días se remontan a 1813.
La receta y proceso de elaboración varía según cada marca y tipo, pero hay unas normas comunes marcadas por la legislación europea. Así, el vermut tiene que contener un 75% de vino. A partir de esta base, que en la inmensa mayoría de los casos es de vino blanco, se añaden unas hierbas aromáticas que se maceran directamente con el vino. Pero hay uno clave y que de hecho en Europa define lo que es un vermut: el ajenjo o, para ser más precisos, alguna de las variedades de la planta Artemisa.
Tipos de vermut. Aunque en España el más consumido es el vermut rojo -tradicionalmente amargo- no es el único. En el mercado internacional triunfa el vermut blanco, normalmente más dulce y con menos ingredientes amargos. El vermut seco, por su parte, se utiliza básicamente en coctelería.
No hay duda que el vermut más que una bebida es casi un acto social.