La palabra ‘kétchup’, tiene unos orígenes mucho más remotos, tanto de tiempo como de lugar. El término procede de la China del 300 a. C., cuando se llamaba ‘kôe-chiap’, que en ese entonces significaba ‘salmuera de pescado en escabeche’. No dejaba de ser una variación del ‘garum’ romano, cuyo nombre en esta lengua asiática ha perdurado curiosamente hasta nuestros días para referirse a la clásica salsa de tomate con azúcares y especias. Una de las primeras veces que se menciona la palabra ‘kétchup’ de manera similar a hoy en día es en 1727, en un libro de cocina. Por aquel entonces, todavía no tenía nada que ver con el tomate, pues el término se usaba de comodín para designar a cualquier tipo de salsa.
Los británicos del siglo XVI le tenían miedo al tomate. Muchos creían que la fruta venida del Nuevo Mundo era venenosa. En Estados Unidos, sin embargo, se referían a esta hortaliza como “la manzana del amor” y en 1812 se publicó la primera receta del kétchup.
Un empresario del estado de Pensilvania llamado Henry Heinz mezcló vinagre destilado con tomates frescos maduros para darle ese sabor dulce y cremoso y lo envasó en una botella transparente de cristal, una auténtica revolución, pues antes el kétchup se vendía en vidrios opacos para ocultar su mala calidad. La receta que implementó revolucionaría para siempre la gastronomía mundial, ya que fue la base de esa salsa roja imprescindible en toda buena hamburguesa y ‘hot dog’ que se precie. Fue en 1990 cuando la empresa empezó a comercializarlo en botellas de plástico reciclable para así hacer más fácil su distribución por todo el mundo.
En el vídeo podemos apreciar la fabricación del kétchup.