Sobre un promontorio, con el río Tajo como fiel escudero, aparece la imperial Toledo, una ciudad con tantos rincones históricos que resulta imposible conocerlos todos.
Cada escapada a Toledo permite descubrir lugares nuevos más allá de monumentos inconmensurables como los que aguarda su catedral o el monasterio de San Juan de los Reyes con el gótico isabelino escudriñado en un claustro primoroso.
Los rincones de la judería, con cierto perfume a sinagoga y candelabro, o la figura de El Greco (con su casa y el cuadro de El entierro del Conde Orgaz dejando pequeño a la iglesia de Santo Tomé) no impiden que alcemos la mirada al viejo Alcázar, contenedor de viejas historias bélicas con dos pueblos enfrentados.
Pero nada mejor en Toledo que dejarnos llevar por las callejas más estrechas e insólitas puesto que no hay mejor mapa que el de nuestros propios pies siguiendo su senda empedrada.
Hay tantas historias tenebrosas en Toledo como callejones estrechos. También conviene tener en cuenta el nuevo parque temático sobre la Historia de España inaugurado recientemente en la ciudad, el Puy de Fou, un espectáculo para todas las edades.