Oro. Un lujo que se come

Pocos materiales transmiten tanta sensación de exclusividad como el oro. Desde su empleo en las civilizaciones antiguas hasta nuestros días, este metal precioso simboliza los valores más extremos del lujo y la sofisticación.

Resulta normal, que de los productos de joyería y la arquitectura haya saltado a la moda, la automoción o la tecnología. El último sector en rendirse a los encantos de oro es la gastronomía.

El metal noble como lujo comestible se ha asentado de forma definitiva entre los paladares más exquisitos de la repostería internacional y ha tomado los platos de un puñado de creadores españoles como Ferrán Adriá, Juan Mari Arzak o Xavi Pellicer. Comer oro es una tendencia al alza. A través de una exquisita línea de productos, OroGourmet ofrece productos gastronómicos (como copos o láminas de oro ideales para adornar y aderezar cualquier cena) y un buen puñado de complementos de lujo accesibles para cualquier aficionado a la gastronomía. Propuestas que sustraen al oro comestible de la alta cocinas y lo introducen en nuestros platos. Aunque pueda parecer extraño, es un lujo que se come.

Este metal tan codiciado en todas partes, sobre todo en el Lejano Oriente en donde además de usarlo como moneda se empleaba como medicina y alimento, para tal efecto, el brillante metal era espolvoreado sobre las viandas. Igualmente se creía que al portarlo sobre la piel el oro confería juventud y potencia sexual.

 

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